La relación música-sociedad es interesante, profunda y demanda que se analice dentro del contexto histórico de cada país y el mercadeo global que responde a la industria musical como un importante sector de la economía. También requiere dejar a un lado las preferencias musicales personales, para ver el espectro completo. A lo largo de la historia, el ser humano ha estado vinculado a la música de diversas maneras, inclusive indirecta o inconscientemente. Esto último, me hace recordar que durante mi embarazo le ponía música a mi hija diariamente.

Asimismo, conforme ocurren cambios en la estructura de una sociedad es inevitable que surjan nuevas tendencias en todas las áreas y la música no es la excepción. Pero también ocurre en la política y la economía, así como en la forma que se manifiesta el comportamiento social ante las normas, los principios y valores. En la industria del entretenimiento, la tecnología ha sido uno de los factores que más ha provocado su transformación.

La música como «producto», más que como arte, ha sido causa de una revolución en el comercio global que, a muchos, causa frustración. Precisamente, porque su apreciación parte de que el contenido (letra) es vital cuando se hace música toda vez que se trata de un mensaje que llega a quien consume la misma y se entiende que debería ser uno positivo. Esto ocurre, por ejemplo, con el Reggaetón que recibe ataques o críticas a causa de su contenido explícito en cuanto a la violencia y sexualización de la mujer, en muchas de sus letras. Lo que les desagrada o incomoda, no es tanto el género sino el contenido. Debemos comprender que los cambios sociales provocan la creación de elementos que les identifiquen, siendo la música uno especial en este proceso. El llamado «género urbano», que en realidad ha sido más una denominación mediática para referirse o agrupar géneros como el reggaetón, hip hop, dembow, R&B, funk, trap, rap y otros; surgieron de la calle, de la expresión de pueblo. Inclusive, tiene su origen afrodescendiente.

En mi opinión, la sociedad se identifica con la música conforme sea la relación que se desarrolle entre ambos. Por ejemplo, la música típica puertorriqueña siempre tendrá un hilo conductor inquebrantable ya que es autóctona y nos da identidad como pueblo. El género del bolero y el concepto de música de tríos (a voces y guitarras) ha perdurado por décadas porque representó una época de oro dentro de distintas etapas sociales que nos marcaron. Además, porque surgió una cepa de compositores e intérpretes boricuas de reconocimiento mundial; que le hicieron parte de nuestra cultura. En otras ocasiones, se desarrolla una audiencia de masas que consume lo que surge de su generación. Esto, como una apreciación a base de moda; más que de estilo o arte valorativo. A veces nuestra selección musical es consecuencia directa de haber estado expuestos a lo que nuestros padres escuchaban, en otras ocasiones la música se descubre cuando sirve para llenar un vacío, expresar rebeldía o crítica social. A esto añado que otro aspecto a considerar, es el manejo de la percepción a través de estrategias de publicidad bien logradas.

Yo no creo que un género haga desaparecer a otro porque siempre habrá un segmento de la población que será fiel a unos y otros y, a menor o mayor grado, seguirán surgiendo talentos en cada uno de ellos. Por eso me alegra que en Puerto Rico haya jóvenes que estén creciendo como músicos y exponentes de nuestra música típica. Cada país o región tiene su género musical predominante, según mantenga la promoción del mismo; ese es el reto o la clave principal.

Para mí, se mantienen activos en el pentagrama musical los géneros que cuentan: con una industria (detrás) invirtiendo porque capitalizan con ellos o, aquellos que por tradición y orgullo patrio, la sociedad no permite que se rezaguen. Gracias a esto último, la ranchera sigue ocupando un sitial privilegiado en México, así como el tango en Argentina; declarado por la Organización Cultural de Naciones Unidas, Unesco, como patrimonio cultural intangible de la humanidad en el 2009.

Hay canciones que en su estructura son simples, pero acompañadas de un ritmo pegajoso, y todo un andamiaje publicitario se hacen «pegar»; sin necesidad de que el cantante posea mayores talentos o destrezas vocales. Estamos en la era del consumismo y la tecnología, de modo que este aspecto socioeconómico influye considerablemente a la hora de aventajar unos estilos y géneros sobre otros. Sin embargo, tampoco significa que, porque no nos guste un género en particular, no podamos ver su valor a la hora de inyectar a la economía. De igual manera, así como algunos comemos pasteles con kétchup, siempre habrá quien consuma la música que otros critican.

Considero que dentro de la apreciación del arte, en todas sus expresiones, hay un factor de relatividad; porque mucho dependerá del marco de referencia de cada individuo. La música clásica instrumental o la ópera, son una muestra del consumo musical casi «impuesto» a la clase social alta para hacerla distinguir de otros segmentos de la población. La música popular también hace su parte en este sentido. No obstante, a todos nos puede gustar, indistintamente de la clase social, cualquier género musical.

Debemos disfrutar de la música entendiendo la finalidad de cada género y el por qué de su contenido. Patrocinemos la que nos gusta ya sea para cantar, bailar y gozar de la vida o para apreciar el arte en sí mismo. Recordemos que hay genios en todas las facetas inherentes a la música (compositores, arreglistas, músicos etcétera) y eso, hay que saberlo valorar y reconocer. Descartemos de nuestro repertorio aquella que no nos agrada y cada cual aporte para que la música de su predilección se mantenga viva. En mi caso, por eso hago mi parte a través de este blog, particularmente, con la música de tríos y el género del bolero.