He sabido de padres y madres que tienen la preocupación, de que más allá de la relación natural y afectiva que hay entre ellos y sus hijos, no tienen ninguna otra conexión en común que aporte al fortalecimiento mutuo de ese amor. En mi opinión, no encuentro que haya nada malo en eso porque el amor, en sí mismo, debe ser suficiente para hacer felices a los hijos sin que, necesariamente, los una otro común denominador.

Pero cuando hay un vínculo adicional, a ese amor obvio que debe existir, es porque sucedieron una de dos cosas. Primero, que los padres se tomaron el tiempo para enseñarle y traspasar a los hijos el conocimiento o destreza que requiere lo que hacen, así como las bondades de la profesión que ejercen por vocación. Segundo, que el amor, compromiso y dedicación con que los padres realizan su trabajo logran que sus hijos los vean como un modelo a seguir y comienzan a interesarse por aprender hacer lo que ellos hacen. Claro, hay un factor genético que también tiene (en ocasiones) gran responsabilidad, pero sin duda el que haya una bonita dinámica de interacción entre los padres o madres con sus hijos es para mí la pieza fundamental. Esto ocurre en todos los campos profesionales o del quehacer humano como el deporte, la política y hasta la religión.

Habiendo dicho lo anterior, en el género musical de los tríos existen historias muy lindas sobre hijos que siguen los pasos de sus padres ya sea como músicos o cantantes. Aunque en México y otros países hemos visto esta dinámica, Puerto Rico no es la excepción.  Ya lo dijo Ramoncito Rodríguez en su libro: Cancionero 5 Décadas de Tríos. «Desde mi juventud le pedía a Dios que me permitiera, algún día tener un trío con mis hijos, lo que él me permitió». Fíjense, cómo de fuerte era su deseo de poder transmitirle a sus hijos el amor por lo que él muy bien, todavía hoy día, sabe hacer. Por eso, desde 1985 sus hijos Machi y Juan Carlos se unieron a su padre en el Trío Los Andinos y el resto es historia. De hecho (que yo tenga conocimiento) debe ser el único trío formado por un padre y sus dos hijos.

Trio Los Andinos

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Les escribo sobre esto, porque ayer el amigo Luis Ángel «Wichi» Sánchez, un triófilo y compositor, cuyo talento espero puedan conocer pronto, me contactó para avisarme de un suceso muy importante. Gracias a que me notificó y envió el enlace de la emisora WYKO 880AM de Sabana Grande en Puerto Rico, pude escuchar en vivo un momento especial entre un padre y un hijo enmarcado en el sentimiento que se vive, cuando la música se convierte en un legado adicional al amor que ya por naturaleza existe.

William «Gullín» Rodríguez, actualmente primera guitarra del Trío Los Caciques, es considerado también como uno de los mejores requintistas y cuenta con reconocimiento a nivel internacional por su extensa trayectoria musical. Sucede que, en la tarde de ayer, Gullín le regaló un requinto a su hijo Grabiel Rodríguez, director del Trío Remembranza y que ha seguido los pasos de su padre dándose a conocer en el ambiente como un excelente requintista. Sin duda el valor sentimental de ese requinto será atesorado por Grabiel hasta el final de sus días.

El requinto en cuestión, tiene grabado en la madera el apodo de su padre y fue construido por el reconocido lutier José Torres y está hecho de palo santo de la India con abeto alemán. «Yo quiero hacerle entrega a mi hijo Grabiel de este requinto para que lo disfrute y siga adelante porque él está encaminado en la música. Que él después le dé forma y le saque las notas que él sabe sacarle. Yo quiero hacer esto con un abrazo y un beso a mi hijo», fueron parte de las hermosas palabras que compartió con los presentes su señor padre.

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(Todas las fotos son una cortesía de Luis Ángel «Wichi» Sánchez)

Por su parte, el emocionado hijo expresó que, «Esto me toma por sorpresa a mí, recibir no solo el instrumento sino la bendición de mi padre. Yo vivo todos los días agradecido de Dios por darme la oportunidad de llevar a cabo lo que con tanto sacrificio, tanto él como mami, nos inculcaron a nosotros de pequeños; los valores morales, la disciplina la educación. Y siempre le doy las gracias a Dios porque desde el primer momento en que yo me enamoré de este ambiente de música del ayer, alrededor de mis seis, siete años de edad; me fui encaminando poquito a poco por lo que realmente he admirado de mi padre, la humildad. Para mí es una emoción grande y no tengo tan siquiera palabras para agradecerte», dijo entre otras cosas Grabiel, quien en varias ocasiones habló con voz entrecortada.

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(En la foto Grabiel, Gullín y Luis Ángel)

Esto es uno de los tantos ejemplos que existen de las relaciones únicas, especiales y diferentes que pueden ocurrir entre los padres y sus hijos cuando los últimos, desarrollan la misma pasión de alguno de sus progenitores. No importa en que área nos desempeñemos, procuremos como padres y madres darles siempre el mejor ejemplo a nuestros hijos.  Arriesguémonos a enseñarles lo que hacemos para que nos conozcan más y, quien sabe, si hasta un día decidan seguir orgullosamente nuestros pasos.  De mi parte, el mayor de los éxitos a ambos y que Dios les bendiga siempre.