Qué bonito es recordar vivencias de cuando éramos pequeños o más jóvenes con el simple hecho de escuchar una canción, no importa el género. Nos trasladamos a esos días y hasta somos capaces de reír, llorar o dar un profundo suspiro.

En Puerto Rico se vivió una época en que el bolero era el protagonista del pentagrama musical y debido a su proliferación, principalmente en voces de tríos, los que tenemos más de 30 años de edad guardamos alguna imagen de nuestros padres o familiares escuchando plácidamente estas canciones. Claro está, muchos fuimos impactados por la música, más allá, y nos convertimos en seguidores del género.

Pero hasta los que no son amantes de esta música, les pasa que cuando algún trío interpreta la canción favorita del padre, madre, abuelos(as) y otros seres queridos, les invade una mezcla de sentimientos. Tal vez porque en aquellos tiempos, esa escena del ser querido acostado en una hamaca o sentado en el balcón disfrutando de esta música, parecía pasar desapercibida. Pero ahora, en la vida adulta, se percatan de que realmente esos instantes quedaron grabados en la memoria porque veían que sus seres amados eran felices.

Muchos de los mensajes que recibo de seguidores(as) del blog De mi carpeta al corazón, precisamente van por esa línea. Agradecen lo que les comparto porque les hace recordar casi siempre a sus progenitores y abuelos(as); y algunos hasta me cuentan sus experiencias. Eso es muy especial porque hay una huella bien marcada en la parte emocional de una generación que creció con esta música en tiempos donde otros géneros, no habían entrado o despuntado en la isla.

Cuántas jovencitas no bailaron alguna vez con su papá al compás de la canción Mi Niña Bonita, de cuántas serenatas tal vez fuimos testigos, de reuniones familiares que terminaban en bohemias, vecinos(as) músicos que se juntaban y eran los artistas del barrio. Cuántas mujeres suspiraban al escuchar la voz de aquel cantante que era su amor platónico, en fin, cuántos recuerdos bonitos. Aunque a veces nos cause un poco de tristeza porque muchas de esas personas ya no están en el plano terrenal y las tradiciones han cambiado, debemos agradecer cada uno de esos instantes porque significa que tuvimos vida.

Esta semana, mi hija de once años participó de la grabación del programa de música que cada miércoles comparto en mi blog. Estoy segura que esa experiencia tendrá más valor en su vida adulta que ahora, aun con lo divertido que le resultó. Esto será así, porque cuando sea mayor le servirá para recordar a mamá en un escenario especial y en el que tuvo la oportunidad de ser parte. Es decir, creó en el presente lo que se va a convertir en un hermoso recuerdo para ella en el futuro. Cada una de las canciones de ese programa le harán recordarme y agradecer el tiempo compartido.

37095879_10155203605556525_7860087676949495808_o

Una de mis películas animadas favoritas, es la producción de Disney Pixar: Coco, estrenada en el 2017 y que, aunque está inspirada en la festividad mexicana sobre el Día de los Muertos, para mí lo más bello que enseña es el poder de la música en el ser humano como fuente para evocar recuerdos que nos ayuden a sentir la vida de nuevo. No quiero explicar el porqué, para no afectar a los que aún no la han visto, pero los que la vieron saben porqué lo digo. Quizás, uno de estos días, dedique un escrito sobre dicha película.

De modo que, si te enamoraron con Querube, si declaraste tu amor con Toda una Vida, si jugaste a dedicar canciones que te eran respondidas con otras, si le subiste el volumen al radio para que la(el) vecina(o) escuchara a través de un bolero lo que no te atrevías a decirle en persona; permíteme decirte que disfrutaste la mejor época del bolero. Una época que hizo sentir lo que muchas personas hoy no conocen: una manera diferente de enamorar y enamorarse.